Percibo
cada día una mayor concentración de estupidez en este país. Puede que esté
relacionado con el cambio climático, que el efecto invernadero haga que se
disparen los niveles de estúpidos/as que pueblan las ciudades de la geografía
española.
Aunque
si realizáramos un estudio detallado estoy seguro que los porcentajes más altos
se encontrarían en espacios concretos como la televisión y el Congreso,
cualquier ambiente es propicio para encontrarte con uno de estos seres.
Pero
como todo en la vida, hay categorías. No todos los sobraos/as están al mismo
nivel.
Tenemos
sobraos/as de primera categoría, los que van de intelectuales. Intelectuales de
izquierdas, por supuesto. Desde que gobierna el PP se han reproducido
exponencialmente, como el Gremlin malo que se lanza a la piscina.
Ellos/as
saben que están por encima de los demás, es natural que miren a todo el mundo
por encima del hombro con un mezcla de arrogancia y condescendencia. Ellos/as
son antifútbol, antitaurinos, anticlericales y cuando van al baño leen a Proust
y Sartre. Escuchan música albana, eritrea y de diversas aldeas al norte de
Nueva Delhi de las que no conozco el nombre debido a mi falta de cultura.
Los
demás somos un rebaño de homo sapiens subdesarrollados, básicos e ignorantes
que no merecemos ni pisar el mismo suelo que ellos/as. Por suerte las pocas
ocasiones que abandonan sus tronos dorados y deciden descender entre nosotros,
no andan, levitan.
Algunos
son tan generosos/as que deciden compartir su sabiduría con la masa a través de
la televisión, como Pablo motos. Sus programas científicos y divulgativos
contribuyen a elevar nuestro coeficiente de “patético” a “triste”. También
aumentan de manera considerable sus cuentas corrientes y les convierten en las
estrellas de anuncios de telefonía, pero estos son asuntos menores, su misión
es salvarnos de la inmundicia intelectual en la que nos encontramos.
Nunca
las parece suficiente. Uno de ellos ha decidido dar un paso más y con la ayuda
del gran Carlos Jean, músico y productor insigne experto en hacerse rico con el
trabajo de los demás, se han propuesto devolver al mundo musical al grado de
excelencia que ha perdido. Van a reclutar un grupo de niños para formar una
“boy band”. Para los que no dominen el inglés: un grupo de adolescentes muy
monos que no saben cantar, ni bailar,
que no tocan ningún instrumento, pero que dan mucho dinero gracias al resto de
adolescentes que los convierten en sus ídolos.
No
tengo ninguna duda que siendo tan de izquierdas todo ese dinero será para los
niños y sus familias, nada de contratos leoninos y de letra pequeña que
enriquezca aún más a nuestros queridos intelectuales. Están por encima de lo
material, son casi seres etéreos.
Es
en el mundo de la música donde encontramos a los estúpidos/as de segunda
categoría. Los que piensan que son el centro del mundo, cuando en realidad
viven en las afueras y mal comunicados. Esos mismos que hace un mes eran
personas humildes, normales, que trabajaban en el Mercadona para poder grabar
su primera maqueta.
Es
grabar esa maqueta y trasladarse a una dimensión paralela donde ahora son
dioses/as, figuras eternas de la música, rodeados de cortesanos que deben
satisfacer sus deseos y arrodillarse a su paso cegados por la luz de su don
divino.
La
misma gente que les ayudó a empezar, les dio la primera oportunidad, o les hizo
una buena crítica de su disco se convierten en desconocidos, pierden su nombre
para pasar a llamarse “tú”, “ese de ahí” o “esta”. Antes eran compañeros de
copas y ahora “ellos” tienen que tratar con sus asistentes, managers y public
relations para preguntarles la hora.
Caminan
con el cuello muy estirado, como si tuvieran miedo de cruzar la mirada con una
de esas personas inferiores, los mismo que iban a sus conciertos
multitudinarios de 17 espectadores en una sala pequeña y oscura cuando nadie
les conocía. Tienen miedo de que puedan contagiarles su mediocridad.
Pero
andar mirando hacia arriba puede ser peligroso. Antes o después tropiezas y
caes de boca al suelo. Y nadie se moverá un milímetro para ayudar a ponerte de
nuevo en pie.
Queridos
sobraos/as: el sol no brilla cada día sólo para iluminaros, cuidado no os vaya
a quemar el culo.