martes, 18 de junio de 2013

Los viejos tiempos del algodón

El Señor Don José de la Cavada entró ayer en la lista de personajes que deberían estar callados. O mejor decir lo que piensan, para que los demás tengamos claro el percal de este buen señor.
A Don José le parece que tener 4 días por la muerte de un familiar es una barbaridad, porque ya no tenemos que viajar en diligencia y los desplazamientos no requieren tanto tiempo. A esta declaración tengo que hacer alegaciones a favor y en contra.
En contra Don José, los 4 días no son por el desplazamiento, sino por la pérdida irreparable de un ser querido. Porque por si no lo sabe, si pierdes a tu padre o a tu madre y estás en otra ciudad, el viaje no consiste en llegar al Tanatorio, echar un vistazo al féretro y decir “guay ya he cumplido, ahora tengo 3 días de puente, que guapo, me voy a la playa”.
Esos días se emplean en estar triste principalmente, además de tener resolver cientos de papeleos, ya que cuando una persona se muere se inicia una cadena de trámites que alguien debe hacer, tu madre o tu padre bastante tienen con su dolor como para ponerse rellenar los formularios C-123, H-234 (la documentación para el entierro), hacer gira por los bancos para ver temas de seguros de vida, testamento y similares.
Es normal que usted no lo entienda. Ha demostrado en el pasado una falta absoluta de sensibilidad y respeto por los demás, labor por la que fue reconocido con una sanción del Ministerio de Trabajo por acoso laboral continuado a sus trabajadores, especialmente mujeres. Supongo que todos esos miserables pretendían tener derechos, como si los merecieran y ellas incluso querían tener niños para dejar de trabajar dos o tres meses por esa estupidez de la baja, egoístas.
Pero creo que he descubierto el motivo de su afirmación y lo entiendo. Usted guarda un secreto, es un viajero temporal que vivía en la Virginia de inicios del S XIX. No viajaba en diligencia, sino en una calesa descubierta en la que todos los días comprobaba muy elegante con su traje de lino blanco y su sombrero que sus plantaciones de algodón crecían cada vez más, con su látigo siempre a mano por si algún esclavo se permitía el lujo de parar unos segundos a beber agua o respirar.
Un día despertó en pleno S XXI sin saber cómo había llegado hasta aquí y claro, acostumbrado a las costumbres esclavistas, todo esto de los derechos de los trabajadores le pareció un abuso, una barbaridad, algo que su mente colonial no podía comprender.
Hoy Don José se ha disculpado, admite que eso de la muerte de un familiar es un tema hipersensible. Me confirman que ha tenido que buscar la palabra en el diccionario al desconocer su significado. No era su intención ofender a nadie, es que se sintió ingenioso y quiso hacer una gracieta. El programa de Florentino aquel con famosos “representando” monólogos hizo mucho mal, dio a entender al público que cualquiera puede dedicarse al humor, incluso sin ser capaz de hablar correctamente el idioma (un idioma, el que sea).
Pero no se preocupe Don José, no esta usted solo. Esta mañana en la radio el director de la Razón argumentaba que está muy bien eso de los derechos de los trabajadores, que todo el mundo se queja por este comentario del permiso por fallecimiento y también pediremos baja por maternidad y paternidad (cuando deberían dar como mucho un descanso corto de 15 minutos, usted da a luz y a la oficina a seguir trabajando), todo muy bonito, pero que esa factura la paga el Estado.
Cierto, lo paga el Estado. En mi ignorancia, pensaba que el Estado lo pagamos entre todos (salvo los señores que tienen cuentas en Suiza, los que aceptan sobornos, los que trincan de falsos Eres, los que utilizan organizaciones sin ánimo de lucro para lucrarse todo lo que pueden). Y lo pagamos precisamente para tener derechos.
No pretendo hacer demagogia. Creo que hay muchas cosas que cambiar en la estructura laboral de este país. No es una cuestión de empresarios malos, trabajadores buenos (menos aún sindicatos preocupados realmente por los trabajadores, véase asunto de los Eres). Seguro que existen trabajadores vagos y caraduras, al igual que empresarios miserables, al igual que trabajadores responsables y empresarios dignos.
En todos los grupos hay inútiles, corruptos y gente indeseable que nos han llevado a esta situación. A todos sin excepción hay que retratarlos cuando sacan su verdadera cara, sin mirar el carnet de partido que tengan o en qué lado del mundo laboral se encuentran.
La obtención de derechos implica asumir obligaciones. Para exigir derechos se deben cumplir esas obligaciones.

Pero ojo, no se confunda cambios con retroceso. En nombre del bien común no se pueden suprimir los avances sociales para todos que tanto ha costado conseguir, entre todos.

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