jueves, 23 de febrero de 2012

Desde el corazón

Tras mi último post, he recibido quejas de una persona muy importante para mí, molesto porque no le mencionara: mí querido hermano.
Por primera vez desde que le conozco (y le conozco desde que era muy pequeñito), tiene razón.
Para los que no me conozcáis mucho (la gran mayoría) y los que fingís que os interesa lo que os cuento, aunque en realidad solamente escucháis 2 de cada 10 palabras que digo (práctica que entiendo y respeto, pero sé quiénes sois), entre mi hermano y yo, hay una pequeña diferencia de edad: casi 17 años.
Le conocí pocas horas después de que naciera, tan chiquitín. Eso supone que, más que el papel de hermano convencional, como su archienemigo, me tocó el papel de padre suplente. Durante los maravillosos años de su infancia, me ha tocado levantarme a las 3 de la mañana para llevarle un vaso de “agua fresca”, cambiarle, darle de comer, llevarle al parque, jugar a los tazos (casi siempre ganaba yo por mi depurada técnica, claro), ver vídeos de dibujos tantas veces que sería capaz de reproducir sus diálogos completos.
Recuerdo con especial cariño, una de las noches de Reyes, después de algo más de 2 horas para montar al completo el asalto al castillo de Playmobil, con catapulta y soldados incluidos, cuando por fin me disponía a irme silenciosamente a mi habitación para dormir unas horas, escuché su voz llamándome. Estaba nervioso por la llegada de sus Majestades, así que me quedé otra horita cogiéndole la mano hasta que se durmió. Unas 4 horas después, entró en mi habitación gritando “!han llegado los Reyes¡”. Los Reyes lo único que querían era dormir.
Después fue creciendo (normalmente suele ser para peor) y llegaron los partidos de fútbol, el cine, la pre-adolescencia y su encantadora estupidez (nada fuera de lo normal a esa edad, yo también la pasé), las clases particulares (solamente un poquito en Mates, que me sacaba muy buenas notas en el cole).
Hoy en día, es un hombretón de 18 años, universitario. Físicamente no nos parecemos en nada. El es rubio, con ojos azules y abdominales. Yo no. Pero tiene un gusto musical bastante respetable, empieza a ver películas de esas que hay que leer y tiene un sentido de la ironía acido y punzante. Quiero pensar que en eso he tenido algo que ver.
Y sí, querido Alberto, es verdad, tú eres el principal motivo de que nunca nunca vaya a tener hijos. Es una de las pocas cosas que he tenido claras en mi vida. Por supuesto pienso ser un tío consentidor y contribuir con todas mis fuerzas a que tus hijos sean caprichosos y malcriados.
Un beso de tu tate


2 comentarios:

  1. Si tenemos que agradecer a Alberto que gracias a él no vayas a reproducirte... un enorme hurra por Alberto "el grande"!! (esto es desde el cariño absoluto)

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    1. Para ser justos, a él hay que agradecerle mi intención de no hacerlo. No poder hacerlo habría que agradecérselo a todas las mujeres del mundo y su "mejor como amigos".
      Me llena de gozo el corazón ver que tu primer comentario en este blog, haya sido para alegrarte de que no vaya a dejar la más mínima huella en este mundo cuando desaparezca

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