lunes, 23 de abril de 2012

Para qué es realmente útil un móvil


Aunque todos hemos escuchado mil veces las maravillas de los teléfonos móviles, cada día mayores gracias a las nuevas generaciones que nos acercan un mundo perfecto de comunicación entre las personas, nadie habla de los usos realmente prácticos de estos aparatos, sean del tipo que sean. Porque lo que mucha gente desconoce, es que su mayor utilidad, nos la proporcionan incluso cuando están apagados.
Un móvil es el elemento perfecto de evasión ante cualquier situación social comprometida, la única manera de escapar de una de ellas sin quedar mal ante los demás.
Todos nos hemos encontrado con el ataque por sorpresa de esa especie tan peligrosa y traicionera como son los promotores callejeros, siempre al acecho, en cualquier parte de la ciudad, dispuesto a vendernos cualquier cosa, sin preguntar si la necesitamos o no. Desde telefonía, seguros, libros, hasta los más delicados, las ONGS, a los que resulta mucho más difícil y embarazoso darles esquinazo.
A campo abierto, es más fácil verlos venir, anticiparse a sus movimientos, cambiar de acera, cruzar un semáforo en verde o entrar a un supermercado. Pero se adaptan y nos buscan en superficies comerciales, llenas de columnas donde ocultarse o en estaciones de metro, laberintos repletos de curvas y recovecos donde poder atacarnos por sorpresa y arrinconarnos contra una pared.
Ya sé que hay métodos clásico para intentar zafarse, recurrir a frases como “lo siento, llevo prisa”, “ya lo tengo contratado” o en los casos más desesperados, cuando nos vemos atrapados, dar datos falsos para la ficha de cliente, lo que conlleva su riesgo, los promotores no se fían de sus víctimas y tratan de comprobar si les mentimos con argucias como “dime tu número para hacerte una perdida ahora mismo y así puedes memorizar el mío”. Además, hay que tener en cuenta que mentir a otra persona mirándola a los ojos, aunque sea un desconocido, nos suele dejar un poso de culpabilidad.
Pues para evitar todos estos problemas, está nuestro amigo el móvil. No importa que esté encendido o apagado, si uno de estos elementos se nos acerca, no tenemos más que ponerlo en nuestro oído y simular una conversación hasta que hemos conseguido huir. Sirve igualmente por la calle, como en el metro, donde gracias al trabajo encomiable de nuestros gestores políticos, podemos contar con la cobertura necesaria para servirnos de coartada, algo que hace unos años era imposible, para que la gente hable mal de ellos.
Es efectivo en cualquier lugar, puede ser de uso instantáneo si nos abordan por sorpresa y permite no tener que mentir a nadie, ni siquiera mirar a los ojos al promotor ávido de comisiones, mientras lo dejamos atrás.
Igualmente es aplicable a cualquier pedidor de dinero que se aproxime mientras paseamos por la calle, conducimos en coche o esperamos al autobús. En vez del “no llevo suelto”, mientras la calderilla suena en nuestros bolsillos al alejarnos, una buena falsa llamada, surte el mismo efecto y elimina la mala conciencia.
Amigos, en vez de tanto darle al dedito todo el día en el móvil, de calcular la trayectoria elíptica de los planetas, consultar el correo o decir a todo el mundo donde estáis comiendo, hacedme caso y dadle un buen uso.

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