miércoles, 4 de abril de 2012

Todos Locos


Hace casi dos meses, en uno de mis post, me declaraba no tecnológico, más bien eran mis amigos tecnológicos los que me habían dado ese título, del que me sentía orgulloso. Significaba estar subido al tren del progreso, seguir las nuevas tecnologías, pero sin que se convirtiera en una adicción. No hablaba entonces únicamente en mi nombre, sino en el de una minoría que se siente desplazada por esta nueva especie superior, “los modernitos”.
Hoy tengo que admitir que estoy más cerca de los “modernitos” de lo que pensaba. Empecé a darme cuenta la semana pasada, mientras veía uno de esos concursos de la tele de conocimientos generales (cosas triviales que no sirven para llegar a ser nada en la vida, pero que te pueden dar un pequeño prestigio social entre tus conocidos). Apareció la definición de una patología relativamente reciente, la “nomofobia” o miedo a salir de casa sin el móvil, o simplemente a que se quede sin batería.
Entonces me di cuenta de que sufro de nomofobia. En más de una ocasión, al notar que no llevaba el móvil encima me he vuelto a casa desde el portal y cuando me he quedado sin batería no he visto el momento de volver a casa para poder cargarlo o incluso he pedido un cargador ante la posibilidad de pasarme un día entero sin tenerlo activo. En mi caso, esta angustia es especialmente triste porque apenas recibo llamadas o mensajes cuando lo tengo encendido, así que la posibilidad de que las reciba cuando está apagado y además sean importantes, es ridículo (sobre lo patético de mi vida social hablaré en otro momento).
Pero esa sensación de aislamiento se produce, ese sentirse perdido si tu aparatito no está encendido. Hace no tanto tiempo, decir “me voy de vacaciones para desconectar”, era algo positivo, el objetivo principal de unos días libres. Ahora ese mismo verbo tiene un sentido negativo para la mayoría de la gente, genera ansiedad y angustia no poder estar “conectado”. Para un “modernito”, que todos sus aparatitos se apagaran, sería como el día del Juicio Final.
En este mismo momento escribo desde la casa de mis padres, ya que mi economía no me permite disponer de Internet en casa y prácticamente a diario les visito, motivado más que por la nostalgia del hogar paterno (por feo que resulte decirlo), para consultar el correo, mi cuenta de twitter y sobre todo mis descargas ilegales (quiero tranquilizar a los seguidores de la Ley Sinde que puedan estar leyéndome, solamente me descargo pornografía y es siempre extranjera, los derechos de grandes creadores nacionales como Nacho Vidal, Celia Blanco o los hermanos Lapiedra, están asegurados) que me quitan el sueño y la salud. Soy un roba-conexión confeso, que por sus vídeos de amor femenino es capaz de negarle a su pobre hermano horas de Youtube.
Como decía al inicio, reconozco mi adicción, asumo mi culpa, pero no dejo de pensar en lo que significará esta patología para todos esos “modernitos”, para los que yo vivo en el Pleistoceno tecnológico, para los soy un “antiguo”.
Precisamente publico hoy, la víspera de una mini-vacaciones, en las que la mayoría saldréis de vuestra ciudad o pasaréis mucho tiempo fuera de casa, para que podáis demostrarme que estoy equivocado, no visitando el blog hasta el lunes, lo que significará que si sabéis desconectar.

2 comentarios:

  1. ¿Así que sufres de nomofobia? A lo mejor es que piensas que la llamada de tu vida va a producirse justo cuando te quedes sin batería... por eso de que Murphy es un gran sabio y eso es lo que te agobia!

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    1. Exactamente!!. Eso pienso cada vez que se apaga o que no lo llevo conmigo, "seguro que cuando mire la pantalla, está petao de llamadas y mensajes, para una vez que no lo llevo encima". A veces es cierto, aunque ninguna de esas llamadas ni mensajes hubiera cambiado mi vida de haber tenido el móvil operativo

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