Hace casi dos meses, en
uno de mis post, me declaraba no tecnológico, más bien eran mis amigos
tecnológicos los que me habían dado ese título, del que me sentía orgulloso.
Significaba estar subido al tren del progreso, seguir las nuevas tecnologías,
pero sin que se convirtiera en una adicción. No hablaba entonces únicamente en
mi nombre, sino en el de una minoría que se siente desplazada por esta nueva
especie superior, “los modernitos”.
Hoy tengo que admitir que
estoy más cerca de los “modernitos” de lo que pensaba. Empecé a darme cuenta la
semana pasada, mientras veía uno de esos concursos de la tele de conocimientos
generales (cosas triviales que no sirven para llegar a ser nada en la vida,
pero que te pueden dar un pequeño prestigio social entre tus conocidos). Apareció
la definición de una patología relativamente reciente, la “nomofobia” o miedo a
salir de casa sin el móvil, o simplemente a que se quede sin batería.
Entonces me di cuenta de
que sufro de nomofobia. En más de una ocasión, al notar que no llevaba el móvil
encima me he vuelto a casa desde el portal y cuando me he quedado sin batería
no he visto el momento de volver a casa para poder cargarlo o incluso he pedido
un cargador ante la posibilidad de pasarme un día entero sin tenerlo activo. En
mi caso, esta angustia es especialmente triste porque apenas recibo llamadas o
mensajes cuando lo tengo encendido, así que la posibilidad de que las reciba
cuando está apagado y además sean importantes, es ridículo (sobre lo patético
de mi vida social hablaré en otro momento).
Pero esa sensación de
aislamiento se produce, ese sentirse perdido si tu aparatito no está encendido.
Hace no tanto tiempo, decir “me voy de vacaciones para desconectar”, era algo
positivo, el objetivo principal de unos días libres. Ahora ese mismo verbo
tiene un sentido negativo para la mayoría de la gente, genera ansiedad y
angustia no poder estar “conectado”. Para un “modernito”, que todos sus aparatitos
se apagaran, sería como el día del Juicio Final.
En este mismo momento
escribo desde la casa de mis padres, ya que mi economía no me permite disponer
de Internet en casa y prácticamente a diario les visito, motivado más que por
la nostalgia del hogar paterno (por feo que resulte decirlo), para consultar el
correo, mi cuenta de twitter y sobre todo mis descargas ilegales (quiero
tranquilizar a los seguidores de la Ley Sinde que puedan estar leyéndome,
solamente me descargo pornografía y es siempre extranjera, los derechos de
grandes creadores nacionales como Nacho Vidal, Celia Blanco o los hermanos
Lapiedra, están asegurados) que me quitan el sueño y la salud. Soy un roba-conexión
confeso, que por sus vídeos de amor femenino es capaz de negarle a su pobre
hermano horas de Youtube.
Como decía al inicio,
reconozco mi adicción, asumo mi culpa, pero no dejo de pensar en lo que
significará esta patología para todos esos “modernitos”, para los que yo vivo
en el Pleistoceno tecnológico, para los soy un “antiguo”.
Precisamente publico hoy,
la víspera de una mini-vacaciones, en las que la mayoría saldréis de vuestra
ciudad o pasaréis mucho tiempo fuera de casa, para que podáis demostrarme que
estoy equivocado, no visitando el blog hasta el lunes, lo que significará que
si sabéis desconectar.
¿Así que sufres de nomofobia? A lo mejor es que piensas que la llamada de tu vida va a producirse justo cuando te quedes sin batería... por eso de que Murphy es un gran sabio y eso es lo que te agobia!
ResponderEliminarExactamente!!. Eso pienso cada vez que se apaga o que no lo llevo conmigo, "seguro que cuando mire la pantalla, está petao de llamadas y mensajes, para una vez que no lo llevo encima". A veces es cierto, aunque ninguna de esas llamadas ni mensajes hubiera cambiado mi vida de haber tenido el móvil operativo
Eliminar