Nuevo año, nuevos propósitos ... nahhh!!!

Cada 1 de enero, se inicia un proceso cíclico, desde el principio de los tiempos, desde que el hombre es hombre (o algo parecido): los “propósitos”.

Eso que todo el mundo sueña, anhela, imagina, planifica e incluso promete y siempre acaban en el cajón de “propósitos pendientes de cumplir o el año que viene sí”.

Aunque cada persona tiene los suyos, suele haber un listado general de propósitos universales, que universalmente no se llevan a cabo:

Dejar de fumar, que gracias al anterior Gobierno (para que algunos sectarios digan que no hicieron nada bueno), nunca había sido tan fácil. Si no se puede fumar en bares, restaurantes, hospitales, teatros, cines, prostíbulos (eso me han dicho, la última vez que fui se podía fumar, beber, bailar la conga, pero eso fue hace mucho antes de que me retiraran el crédito por cierto escándalo, pero eso es otra historia, yo respeto el Secreto de Sumario, estoy deseando que me den la opción de defenderme y que se sepa toda la verdad, como Iñaki). Para fumar, tienes que hacerlo en tu casa o en la calle. Para eso ¿de verdad merece la pena?.

Dejar de beber, este es un mantra que puede oírse más a menudo, casi cada fin de semana, cuando el individuo en cuestión se levanta renqueante, con un dolor infrahumano de cabeza, las tripas al revés y la visión borrosa o se despierta en una cama desconocida, casada y con tres niños, situación en la que el primer pensamiento suele “menos mal que no me acuerdo de nada, porque ha debido ser un Infierno”. “No vuelvo a beber en mi vida, a Dios pongo por testigo, que no volveré a cocerme”. La caducidad de este juramento solemne es exactamente el fin de semana siguiente.

Ponerse en forma, es decir, volver a tu cuerpo a los 18, algo físicamente imposible. A partir de los 30 el cuerpo cambia y no es posible la vuelta hacia atrás. Ni ejercicio (no cuenta apuntarse al gimnasio, ir a la primera clase, sufrir de calambres y dolores en músculos que ni siquiera sabía que tenías y no volver a aparecer), ni alimentación sana (comer verde, como si fueras una vaca, en vez de comerte una vaca), ni vigilar tu colesterol, hacerte fan del Muesly, Batuka, Pilates, Gim-Jazz. Nada sirve, es inútil. Es mejor aceptar que ese cuerpo se fue y no volverá e hincharte a chocolate y jamón de bellota.

Aprender idiomas, informática, sacarse el carnet de conducir, de buceo, escribir un libro. Si no has sido capaz de hacerlo antes, cuando eras joven e inocente, que tenías vitalidad, energía y sobre todo ilusión, que creías en los cuentos y soñabas con un futuro feliz “haciendo solo las cosas que me gustan”, ¿por qué este año iba a ser distinto?. El Actimel sin duda refuerza tus defensas y la flora intestinal, pero amigos, no hace milagros.

Irte a vivir al campo, lejos del mundanal ruido, del agobio de la Gran Ciudad, de su prisa, de su hostilidad, de los atascos, de los edificios de oficinas fríos e impersonales. A eso me apunto, viva la vida contemplativa, el “beatus ille”, el contacto con la naturaleza y su sabiduría infinita, lo firmo. Pero si me dejan llevarme los Cines Renoir (claro que soy un intelectual, pensaba que había quedado claro con mi prosa florida), el Canal Plus Liga 1 y 2 (sigo siendo intelectual), conexión a Internet, por lo menos de 10 MB, un centro comercial y lo más importante, que llegue el reparto de comida rápida. Lo de tener cobertura para el móvil ni se plantea.

Así que amigos y amigas, lo mejor para no sufrir otro año de decepciones y remordimientos de conciencia, hacer un planteamiento real, buscar objetivos posibles y que os hagan sentir bien el 31 de Diciembre: “este año me siento orgulloso de mí mismo, sin duda es el principio del cambio, esto debe ser la madurez, por fin he cumplido un propósito: aprender a utilizar los cubiertos”.