miércoles, 4 de enero de 2012

Pagafantas

Gracias a este mundo moderno, hasta un no-tecnológico como yo (de este tema seguramente hablaré más adelante), puede disfrutar de la información en su grado máximo y en tiempo prácticamente real por miles de ventanas.
Una de ellas, la que más me llama la atención es twitter. Hoy, he podido ver a través de este nuevo amigo tecnológico, una foto, que refleja una hora tardía de la noche, con 3 jóvenes que posiblemente estén esperando un taxi en la calle, dos chicos y una chica (aviso antes de seguir para morbosos, la escena no tiene ningún componente sexual, al menos explícito, para enfermos retorcidos siempre se le podrá sacar provecho). Uno de los chicos está sentado en el suelo y la chica aprovecha su postura (que no, que esto no va de sexo, en serio), para utilizar su espalda como silla improvisada. El tuit titula la foto como “Pagafantas nivel: Dios”.
Y es que tras la excelente película de Borja Cobeaga, este término se ha incorporado al vocabulario popular universal (antes ya existía, aunque a mí no me lo habían dicho nunca, fue a un amigo, pero a un amigo de verdad, no a un amigo que te inventas para no decir que eres tú al que han humillado). Pero se le ha dado un sentido negativo, burlesco, de ser patético y acabado, de ser humillado, arrastrarse por el barro como una babosa, con el que no estoy de acuerdo.
Hombres y mujeres pueden ser amigos, siempre lo he defendido, creo en ello y tengo amigas demostrables, no les importa reconocerlo en público. Nuestra relación se basa en el cariño mutuo, el respeto y en escuchar al otro. Está muy bien, para mí su amistad es un tesoro. (Este párrafo no tiene ninguna connotación humorística, es sincero, también soy capaz de hablar en serio, de vez en cuando).
¿Es posible la relación de amistad con una mujer con la que te sientes atraído o has tenido una relación de pareja (la duración no es importante, como acabe la relación, un poquito sí)?. Es más difícil.
Todos (y algunas mujeres me comentan que también) hemos hecho el ridículo por una mujer que nos gustaba. De forma más discreta o públicamente, con reportaje gráfico o cinematográfico incluido en algunos casos, nuestras escenas embarazosas han ocupado cientos de horas de conversación, se han convertido en el centro de más de una reunión de amigos y en casos más graves celebraciones familiares. Conversaciones que hemos tenido que sufrir una y otra vez, aderezados con comentarios del tipo “¿en serio hiciste eso, no es coña?, joe tío te debiste sentir megaridículo”, “y lo peor, que al final, después de todo, pasó de ti”, “si a mí me pasa eso delante de mi familia, me encierro en casa para el resto de mi vida”, que te ayudan a pensar que mereció la pena.
Todos hemos fingido como perros, hemos mentido por parecer interesantes a esa mujer. Aunque técnicamente no es mentir, es marketing. Si quieres vender tu coche que tiene ya 10 años, tienes que enseñar solamente lo bueno y tapar esas pequeñas averías, el que lo compre ya se dará cuenta de cómo está realmente con el tiempo y se acordará de toda tu familia.
Que levante la mano el que no ha simulado un profundo interés por el cine Iraní o se ha sacado la Tarjeta de los Cines Renoir (de esos que para enterarte de la película hay que leer) para parecer culto. Decir “no si a mí el futbol no me interesa nada, me parece un deporte de borregos, 22 millonarios en pantalón corto dando patadas a un baloncito y mil tópicos más, para ir después corriendo a su casa a pedir perdón entre lágrimas delante del poster del Madrid de la Séptima, mientras besa su carnet de abonado”. Estar durante una hora escuchando estoicamente “lo que me ha pasado hoy en el trabajo”, como si realmente te interesara, como si no estuvieras pensando “porque tengo yo que sufrir mientras los demás se emborrachan, se drogan y fornican como animales”. Llevar un bolso durante toda la noche porque “es que lo llevo tan cargado que me destroza el hombro, total si solo llevo tonterías, ¿en serio que no te importa cargar con él?, es que eres un cielo”
Todo eso, con la esperanza de que un día esa mujer maravillosa, esa diosa deslumbrante, se de cuenta de que el hombre que busca está a su lado y te diga “Oscar (intercambiable por el nombre de cualquier otro capullo), tengo algo que decirte muy importante”.
Pues ese día llega, te suelta la frase que habías soñado, a la que le sigue “he conocido a un tío increíble, alto, guapo, superinteresante, con dinero, culto, creo que esto es un flechazo”. Por supuesto, el capullo “Míster Perfecto” siente lo mismo por ella y se convierten en “La Pareja Perfecta” para todo el mundo. GENIALl!.
Y como tú eres su amigo, su confidente, además de verles y sentir cada vez que se besan que tus tripas están a punto de estallar, tienes que escucharlo de su boca, sus miles de virtudes, su mano con los niños, su brillante carrera, sus planes de futuro, su maestría en la cama (¿no se suponía que las mujeres no hablaban de sexo, al menos no de posturas ni multiorgasmos, que eso era cosa del cerebro enfermo y simple de los hombres?).

Cuando le deja (por que “Míster Perfecto” es como un político preparado, honesto y rodeado de gente competente, no existe), no se da cuenta de su tremendo error, de los cerca que está su felicidad eterna, junto a ti, sino que te sigue contando todas las aventuritas que tiene con una serie de tíos impresentables, que desfilan ante ti como en la pasarela Cibeles, dedicándote una sonrisita justo antes de pasar por su dormitorio.
La otra opción, igual de humillante y dolorosa, es que después de pasar por el proceso de fingimiento y ridículo al descubrirse el fingimiento (la cantidad de películas iranís de un solo plano de 2 horas de una cabra comiendo en las montañas que puedes ver sin acabar gritando en plena proyección que te arranquen los ojos para dejar de sufrir, es limitada), es adelantarte a que te rompa el corazón en mil pedazos, ponérselo en bandeja, confesándole lo que sientes, para que pueda decirte “me siento muy halagada, eres muy especial, cualquier mujer se cambiaría por mí sin dudarlo, pero no funcionaría, no eres tú, soy yo. Espero no perderte como amigo, porque te quiero como a un hermano”
Ante esto, suele haber dos opciones para el pobre infeliz:
 Desaparecer, irse del país, hacerse de Médicos Sin Fronteras para entregar todo ese amor que no has podido dar a los más desfavorecidos (se recomienda no entregarlo a ninguna aldeana menor de edad en la misma forma que se lo hubieras dado a la mujer amada, por evitar acabar en prisión o algo peor)
Aparentar normalidad, fortaleza y madurez, bajo la fórmula “no te preocupes, es cierto que sentí algo por ella, pero hace mucho que lo he superado”, con una amplia sonrisa en la cara, aunque en casa te pases las horas acurrucado en un rincón de la cocina, acariciando una foto ajada de ella en sus vacaciones en Mallorca, mientras susurras “Mi tesssoroooo”
PD: Creo que empecé diciendo que el término Pagafantas no tenía un sentido negativo, que daba una imagen  de tristeza que no era real, pero ya no estoy seguro de si estoy de acuerdo conmigo mismo, en esto tampoco. Como odio a ese estúpido pretencioso que se cree alguien por escribir en un blog y hacer monologuitos, algún día…
Anda, la hora de mi medicación, os dejo.

4 comentarios:

  1. Jajajaja! Muy bueno el final!! Y no lo digo porque se acabe el texto! :D

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  2. Campeón....

    ¿El que no se sienta identificado es porque es Mister Perfecto?

    Jooder, lo has tocado todo. O casi todo. Te ha faltado el momento en el que a ella la pillas débil -Mr. Perfecto la ha abandonado o un malote que la gustó resultó que era un malote de verdad- y tú, por fín tienes tu oportunidad.

    Ella, en un momento de lucidez se da cuenta de que, en el fondo, no eres tan feo y, si la luz de ilumina desde determinado ángulo y casi cierra los ojos, puedes parecer hasta interesante.

    Entonces, ese día, tú la miras, sonríes, te das cuenta de que es tu momento, el momento de tu vida y... la preguntas si quiere ir al cine porque eres un acojonado, un pagafantas auténtico, no tienes otra salida en la vida que andar lamentándote por las esquinas.

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  3. Para mí, el final es siempre lo mejor de cada post, por fin puedo dejar de escribir y viene el momento que más me gusta, el de las alabanzas.

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  4. Querido Cacha:

    El que no se sienta identificado o ha tenido mucha suerte con las mujeres (o mucho dinero) o es un monje de clausura, con lo que el riesgo de sufrir por una mujer se reduce considerablemente.

    Tienes razón, me he dejado ese caso del que hablas, pero para escribir necesito partir de la experiencia personal y ni siquiera con la luz adecuada me han encontrado interesante.

    Un fuerte abrazo

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